sábado, 26 de agosto de 2017

Las canas

Tiene pocos días que he llegado a los 39 años. No voy a hacer aquí una apología ni una reseña de los últimos meses en que escribí el más reciente post. Solo diré que el tiempo ha pasado, con experiencias y vivencias acumuladas. Buenas, duras, agradables y siempre nuevas. Empiezo a ver el sedimento de este vaso que se llama vida, lo que se queda no como un turbio residuo, sino que hace que el vaso sea más transparente cada vez...

Este tema viene a colación porque de repente he vuelto la vista a mis amigos y contemporáneos. Unos barbones (lo digo sin envidia), más para allá otros barrigones (más que yo, al menos), calvitos otros y todos -y todas- con canas. Unos más, otros menos, pero todos.

Supongo que a esta edad ya va siendo hora.

No tengo hasta ahora de que preocuparme, van muy poquitas.

El brillo de los ojos ya no es igual, no es menos eso sí, pero va siendo más sincero. Yo sé que muchos de ustedes ya pasaron por esta edad (entiéndanme, vengo llegando). Pero hasta ahora y creo que vamos bien, no siento ningún impulso por correr maratones ni comprarme un Mercedes rojo. Algo es algo.

Prefiero suponer que mi genética me llevará a tener canas tardías (gracias mamá y papá, gracias don Juanito y don Ignacio) en vez de una monacal calva. Me veo en el futuro más como Merlin manipulando el sueño y la sensibilidad de mis pacientes que como el padre de la patria que la historia nos vendió españolado y canoso. Así no.

Yo les voy avisando.

Eso suponiendo que algún día me salga barba, fuera larga y llena de canas.