viernes, 31 de octubre de 2014

#Ayotzinapa

Pocas veces recuerdo días tan oscuros en el animo colectivo de mi país. Aunque la tragedia -cualquier eufemismo al respecto es poco- no es nueva, sí ha calado profundamente por las características de los desaparecidos.

Otra vez, como en las épocas de las dictaduras sudamericanas volvemos a escuchar de "escuadrones de la muerte" de ejecuciones sumarias. Ha pasado casi medio siglo y aquello que allá parece que cicatriza aquí en México es tan vigente como si hubiera sido ayer que se gritaba en las calles "Presos políticos: libertad" y resuena aquel comité Eureka, con doña Rosario Ibarra al frente con su vieja, ninguneada por décadas, pero nunca tan actual consigna:

"VIVOS SE LOS LLEVARON, VIVOS LOS QUEREMOS"

Desaparición forzada. A manos del Estado. No es poca cosa

Tuvieron que pasar casi 40 años para que a fuerza de compadecer el dolor de padres por los hijos desaparecidos algo en las soterradas conciencias de este país se levantara para decir basta.

Ni los 72 migrantes muertos en San Fernando, Tamaulipas. -Ahí también murieron muchas esperanzas-

Ni los muertos y desaparecidos de la "guerra sucia"

Vaya, ni el EZLN hace 20 años...

Ni la rebeldía limpia -pero cándida- de los #YoSoy132

Ni los reclamos que acabaron siendo bastante timoratos de los compañeros #YoSoy17

Algo se ha movido. Algo que dice que o los detenemos entre todos o lo que nos queda de México se nos va a terminar yendo a pedazos. Hay gestos inusuales de solidaridad. De abrazos que comparten el dolor del hijo que nadie sabe donde está y ni siquiera si va a regresar... con vida. De una escandalosa injusticia que hasta el Papa Francisco en su audiencia general acusó recibo de tantos reclamos que campean en nuestra tierra.
Y se conmovió. Él. El colmo hubiera sido que los obispos mexicanos no dijeran pío.

Ojalá no nos pase que pronto la realidad nos alcance como en aquel poema atribuido a Brecht que mas o menos se resume asi: "Cuando vinieron por mi vecino que era judío, como yo no era judío, no hice ni dije nada. A la noche siguiente vinieron por mi"

Hay demasiada sangre que clama justicia.

Hay demasiada rabia contenida

Demasiado "tejido social" (¿quien se inventó ese terminajo?) roto, friable, infectado, desvitalizado...para hablar en eufemismos médicos. Sanar lo que debe ser sanado. Eso es mas o menos lo que hacemos los médicos. A gran escala debe ser mas o menos lo mismo.

Ojalá esta lucha se unifique. Ojalá el rumbo que tome sea radical. Y sin reservas. No se espere mucho de la vía electoral...

Ojalá que sea por la paz. Y para la paz. Parar todo. Para que todo se mueva. Apenas estamos tomando conciencia de la fuerza que tenemos por la sencilla ecuación de que somos mayoría. No puede haber fosas ni celdas suficientes para encerrarnos a todos. Ni a nuestros padres. Ni a nuestros alumnos, compañeros de trabajo ni hermanos. Ni a la semilla rebelde que ya crece en nuestros hijos aunque sean pequeños.

Corremos el riesgo ante la asquerosa indiferencia de que en el futuro no haya quien mueva un dedo por nosotros, por nuestras causas...

Finalizo compartiendo este escrito que recién he recibido. Comparto el nombre también de a quien se atribuye el texto.

Mamá, si desaparezco, ¿adónde voy?

No lo sé, hijo.
Solo sé que si desaparecieras te buscaría entre la tierra y debajo de ella.
Tocaría en cada puerta de cada casa.
Preguntaría a todas y a cada una de las personas que encontrara en mi camino.
Exigiría, todos y cada uno de los días, a cada instancia obligada a buscarte que lo hiciera hasta encontrarte.
Y querría, hijo, que no tuvieras miedo, porque te estoy buscando.
Y si no me escucharan, hijo;
la voz se me haría fuerte y gritaría tu nombre por las calles.
Rompería vidrios y tiraría puertas para buscarte.
Incendiaría edificios para que todos supieran cuánto te quiero y cuánto quiero que regreses.
Pintaría muros con tu nombre y no querría que nadie te olvidara.
Buscaría a otros y a otras que también buscan a sus hijos para que juntos te encontráramos a ti y a ellos.
Y querría, hijo, que no tuvieras miedo, porque muchos te buscamos.
Si no desaparecieras, hijo, como así deseo y quiero.
Gritaría los nombres de todos aquellos que sí han desaparecido.
Escribiría sus nombres en los muros.
Abrazaría en la distancia y en la cercanía a todos aquellos padres y madres; hermanas y hermanos que buscan a sus desaparecidos.
Caminaría del brazo de ellos por las calles.
Y no permitiría que sus nombres fueran olvidados.
Y querría, hijo, que todos ellos no tuvieran miedo, porque todos los buscamos.

Marcela Ibarra Mateos

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